CARTA A LOS REYES MAGOS
Queridos Reyes:
Hace décadas que nos os escribo. Desde la
distancia brumosa que me separa de la niñez, apenas puedo recordar la última
vez que cogí pluma y papel para pediros ese juguete deseado, un libro de
cuentos, y quizá aquel jersey, camisa o zapatillas de deporte. Ahora, ante esa
otra bruma que va creciendo en el ánimo de los que vamos en busca de la vejez,
quisiera, aunque fuese por una sola vez, acudir de nuevo ante vosotros, no ya
con la tinta honorable de la vieja escritura, sino con este milagro que se
anuncia con el sugerente, y global, nombre
de redes sociales.
Y como ya no me ilusionan juguetes, libros
tengo los que no puedo leer y estoy sobrado de ropa, mis peticiones caminan en
otra dirección, por si fuese posible alcanzarlas, aunque no las llevéis en las
grandes alforjas virtuales que soporta vuestra inmensa y generosa caravana, en
esa noche hermosa de mágica luna y trémulas estrellas que mece en duermevela a los
millones de niños de nuestro país:
Os pido por el fin definitivo de la guerra
que asola el Medio Oriente; que deis cobijo a los millares de refugiados que lo
han perdido todo, a los niños que gritan espantados ante el fragor de los
bombardeos asesinos, a los ancianos desvalidos, a las madres que lloran la
pérdida de su familia, su casa y sus bienes.
Os ruego que pongáis algo de razón en los
jóvenes llenos de odio que atentan contra sus semejantes, que consigáis el fin
de tanta crueldad indiscriminada, de tanto terror gratuito en nombre, oh terrible
paradoja, de la religión.
Que consigáis trabajo y pan para los que no
tienen ni Navidad, ni Año Nuevo, ni Reyes, pues en lo único que pueden pensar
es cómo dar de comer a su familia el próximo día, cómo pagar la luz y cómo
abrigarse del frío.
Que ofrezcáis albergue y calor a los pobres
de la tierra, a los marginados de las ciudades, a los inocentes expulsados de
este nuestro pretendido e injusto progreso. Y también que donéis a los inmigrantes que
vienen huyendo del hambre y la desesperación un futuro acorde con la dignidad
que poseen como seres humanos.
Que aliviéis los padecimientos de los que
padecen dolor, sea físico, sea espiritual, o a los que han perdido un ser
querido, con la esperanza de alcanzar paliativo a tan gran sufrimiento, a tan profunda
nostalgia. Y, muy en especial, alivio a los niños enfermos, en cuyos ojos
grandes y hermosos uno se mira en el espejo de una mirada asustada que
interroga al mundo con esa pregunta sin respuesta, -“¿por qué?, ¿por qué a mí?”
Que
pongáis cordura y sentido de estado a los que nos gobiernan, alejando de ellos
tanto la corrupción, como aquellos intentos de construir sobre la división, el
egoísmo y el rencor. Poned en sus mentes la necesidad urgente de velar por la Madre
Tierra y sus criaturas, por limpiar los ríos y mares, por conservar los bosques, por purificar el aire.
No os pido bienes, no azares de sorteos y
loterías, no mejores casas, ropas o vehículos. Lo que os solicito, asunto que
firmarían los casi quinientos habitantes de este pueblecito perdido en la
áspera y hermosa Serranía, no es para los que tenemos de casi todo, sino para
los que carecen de todo. Y aunque no
ignoro que os he pedido demasiado para vuestros medios, al menos tocad en la
puerta que sea menester, rogad donde se os oiga, insistid ante Quien os guía,
que al cabo fue el objeto de ese vuestro largo e interminable viaje, que
comenzara hace ya más de dos mil años.
José
Antonio Castillo Rodríguez. Cronista de Benalauría. Enero, 2017.