EL SARCOMA
De vuestro cronista, José A. Castillo Rodríguez. Otoño de
2016.
La inocencia es el atributo esencial de casi todos los que ejercen de
niños. A veces, bajo ese rostro que no ha sido contaminado aún por el mal, se
esconde una tragedia. Adrián lo sabe bien. Tiene su cuerpo herido gravemente
por el asta de un toro que le corroe por dentro. A él, que hubiera querido
exponerse ante ese noble animal que va de verdad, a muerte, intentando defender
con la fiereza de su instinto su propia vida.
A ese niño inocente y enfermo, a ese
chiquillo de ojos grandes y puros, algunos toreros le han ofrecido un homenaje,
por recaudar fondos para esa infancia que sufre. Adrián padece en su cuerpo la
sombra de un sarcoma contra el que lucha a diario. Algunos, desde la más
absoluta de las maldades, le han deseado la muerte porque el chiquillo pretende
ser torero cuando sea mayor. He aquí ese otro sarcoma de la intolerancia, del
totalitarismo, del más miserable de los sentimientos que, en pro de defender a
un animal, propone acabar con la vida de un pequeño inocente e ingenuo. En sus
excrecencias y exabruptos que les permiten las redes sociales (a veces cloacas
insociales) se señala nítido el mal que les corroe, éste sin posible alivio,
pues la maldad no se cura. Tampoco la cobardía, y mucho menos la estupidez.
En estos tiempos, otros sarcomas sacuden el
solar de la vieja España. Socaban la piel de nuestro país, despreciando el
espíritu de la reconciliación que los españoles nos dimos tras el fin de la
dictadura, y retornando a los sectarismos que nos llevaron a la tragedia
incivil. Ahora acusa formas de intolerancia hacia un pasado histórico que, como
en cualquier otra nación, tendrá a buen seguro luces y sombras. España celebra
el descubrimiento de América a la par que casi todos los países de aquel
continente, incluidos los anglosajones, como homenaje a la gesta de Colón. Instituida
ya la democracia, es desde entonces nuestra Fiesta Nacional, y eso parece
repeler a algunos, que hablan incluso de recuerdo de un
genocidio: aun respetando toda opinión, pienso que acusan desconocimiento de la
Historia, y como la desconocen, yerran. Simplifican las atrocidades de toda
colonización, conózcase a Fray Bartolomé de las Casas, el primero en denunciar
las malas prácticas de los colonizadores, léase a Sánchez Ferlosio, fustigador
tanto de los abusos como de los falsos indigenistas,pero, aun admitiéndolas, el
Occidente grecolatino fijó allí bien sus raíces en las universidades, en las
catedrales, en las Reducciones, en la
explotación de recursos, en el comercio, enriqueciéndose ambos continentes con
intercambios sin los que hoy nuestro mundo no sería posible. Porque para
genocidio atroz, este apunte: Hernán Cortés conquistó el Imperio Azteca con un
puñado de hombres y varias piezas de artillería, pero sobre todo con la ayuda
de los indígenas que odiaban a ese imperio, que los sojuzgaba y los asesinaba
en bárbaros rituales en las pirámides o Teocalli,
para saciar a sus sanguinarios dioses. Esos indígenas sí que sabían de
genocidios.
No pretendo dictar una clase de historia ni convencer a nadie. Nunca he sido amante de tauromaquias, pero me indigna
tanta maldad hacia la inocencia de un niño enfermo. En cuanto al resto, el
sarcoma de la intolerancia y el sectarismo va parejo al de la ignorancia más
supina. Pobre España si alguno de éstos alcanzara a gobernar algún día.